“Nosotros siempre tenemos contacto con el CONADIS, con relación a la construcción. Siempre es prioridad para nosotros atender a personas con capacidades diferentes”, fueron las palabras que dieron inicio a la entrevista con el señor Julio Ramírez, director del teleférico de Los Alcarrizos, ubicado en Santo Domingo y de la línea de Santiago.
Me dispuse a saber que tan accesible es el recién inaugurado Teleférico de Santiago para personas con discapacidad, cabe precisar que tengo discapacidad visual, para ello me dirigí a la primera estación, ubicada entre las avenidas Antonio Guzmán y Hermanas Mirabal.
Al llegar me encontré con un panorama solitario, puesto que no hay una guía que te pueda orientar para poder ingresar al lugar, tampoco hay señaléticas que te indiquen cuál es la ruta desde la entrada, comprar los boletos, hasta abordar. Esta situación se repite en las demás estaciones.
Obstaculizar vías públicas como las aceras, e incluso las calles, se ha vuelto algo “normal” para negocios como dealers y talleres de reparación y repuestos, que aparentemente por falta de espacios dentro de sus locales, estacionan sus vehículos y piezas en estos lugares, llegando a perjudicar el paso de los peatones.
Uno de los sectores en el que se puede observar notables retrocesos durante la gestión del presidente Luis Abinader, es el eléctrico, lo que se nota en un incremento de las pérdidas de energía en las distintas distribuidoras y en la creciente queja de los usuarios por el aumento de los apagones y la consistentemente alta facturación.
El comienzo de la temporada ciclónica ha desperdigado, entre la población de los sectores del Gran Santo Domingo, una mezcla homogénea entre un intenso pavor por las consecuencias negativas de las constantes lluvias que se esperan y la sensación de costumbre escondida detrás de un: “No es nada que ya no conozcamos”.
La realidad, para cientos de familias apostadas a la ribera de distintos caudales en la ciudad, o encima de cañadas, es triste desde la perspectiva de quien mira de lejos, y desesperante desde la propia, considerando que han echado sus raíces en lugares que los hacen vulnerables y que, según cuentan, no gozan de la gracia de las autoridades.