El manejo oscuro y poco transparente de los recursos municipales por parte del alcalde de Santo Domingo Este es una bomba de tiempo. Una bomba que, al concluir este cuatrienio, podría detonar la mayor crisis presupuestaria en la historia del municipio y provocar el colapso de los ya precarios servicios públicos.
Y no me refiero únicamente al escándalo de los ataúdes naranjas, adquiridos a precios astronómicos, que terminaron como vertederos improvisados en plena vía pública, obstaculizando el tránsito. Tampoco hablo, en particular, de las cajas verdes que las reemplazaron casi de inmediato, como si los ciudadanos fuésemos tan ingenuos como para no notar la codicia detrás de ese negocio de sustituir contenedores nuevos antes de que agotaran su vida útil.
Ni siquiera aludo al desastre administrativo evidenciado en la ejecución presupuestaria de los primeros seis meses de gestión, la más distorsionada y desorganizada de cuantas ha conocido el municipio. Y no estoy exigiendo, aunque sería lo justo, que los regidores del PRM fiscalicen las presuntas violaciones al presupuesto o indaguen sobre eventuales recaudaciones paralelas en el Ayuntamiento de Santo Domingo Este.