Santo Domingo no se distingue por ser una ciudad amable con los no videntes. Sus aceras y calles son trampas que obligan a desplazarse con gran cuidado. El V Congreso Internacional de Accesibilidad Urbana, que se celebrará el 15 de octubre, llega en un momento oportuno para detenernos a pensar qué tipo de país estamos construyendo. Más allá de mejorar aceras o instalar rampas, debemos de preguntarnos si nuestras ciudades están pensadas para todos o solo para quienes pueden desplazarse sin dificultad.
Aceras rotas, postes mal ubicados, basureros, motocicletas y vehículos que bloquean el paso convierten cada trayecto en un riesgo. Esa suma de obstáculos termina aislando a miles de ciudadanos que no encuentran en el espacio público un lugar seguro ni amable. Una ciudad que excluye no puede considerarse moderna, por más avenidas nuevas que inaugure o más edificios que levante.